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© John Miles/Survival

Los indígenas araras de la Amazonia brasileña luchan para sobrevivir a las invasiones de madereros armados, ganaderos y colonos que destruyen su hogar en la selva. Encarcelados en su propia tierra, un arara manifestó llevar “una vida de terror”; mientras, resuenan en la selva los ecos del constante rugir de las motosierras que talan los árboles de caoba y de otras valiosas maderas.

¿Cómo viven?
Los araras se llaman a sí mismos ukarangma, o “el pueblo del guacamayo rojo”. Suman unos 200, y son ávidos cazadores y pescadores. También cultivan en huertos comunales mandioca o yuca, patata dulce, maíz, bananas y piñas. Cuando los cazadores regresan de una caza exitosa, la carne se intercambia por bebidas fermentadas y la comunidad entera lo celebra durante varios días, cantando y tocando las flautas. Para los festivales y rituales, los araras dibujan sobre sí mismos asombrosos y atrevidos diseños con un tinte negro que se denomina genipapo.
Viven en grandes casas comunales construidas a base de madera y hojas de palmeras que recogen en la selva.

¿A qué problemas se enfrentan? La historia reciente de los araras ha sido de persecución y contacto violento con cazadores de pieles de jaguar, caucheros, colonos y, más recientemente, madereros. Durante años han eludido el contacto y han luchado con entrega para defender su tierra. FUNAI, el departamento de asuntos indígenas gubernamental, intentó desesperadamente establecer contacto con el pueblo indígena durante la década de los 70, antes de que la autovía transamazónica atravesara el corazón de su territorio. Finalmente este se produjo entre los años 1981 y 1987. En la actualidad, las selvas de los araras (ricas en caoba y otras maderas duras) son codiciadas por empresas madereras que han abierto carreteras por su tierra, que a su vez han atraído a colonos. A medida que los madereros y los colonos siguen destruyendo su selva, la caza de la que dependen los araras empieza a escasear.

¿Cómo les ayuda Survival? En 1992, Survival y ONG locales desarrollaron una exitosa campaña para desmantelar el aserradero de la empresa maderera Bannach, construido ilegalmente en el corazón de la tierra de los araras. Este se produjo por fin en 1995.

Desde 1990, Survival ha trabajado por el reconocimiento de Cachoeira Seca, la tierra que pertenece al último grupo arara en ser contactado, en 1987. En 2016 los araras celebraron la firma de la presidenta de Brasil del decreto que establece su reserva, como condición para la construcción de la presa de Belo Monte y en reconocimiento a la dependencia de los araras a su tierra. La presión continúa para expulsar a los colonos ilegales y mantenerlos fuera para siempre.

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