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Empujados casi a la extinción por invasores hostiles

Su recóndita selva fue invadida por grupos armados y colonos cocaleros en el marco del lucrativo comercio de la cocaína a lo largo de la guerra civil colombiana, lo que obligó a los nukaks a huir de sus tierras. Después del acuerdo de paz de 2016, poco ha cambiado para ellos y ahora reclaman poder regresar a sus tierras ancestrales.

Desde el primer contacto regular en 1988, aproximadamente el 50% de todo el pueblo indígena nukak ha muerto. Es uno de los, al menos, 65 pueblos indígenas de Colombia en “riesgo de extinción física y cultural”.

El pueblo indígena nukak habita entre los ríos Guaviare e Inírida al sudeste de Colombia.

Habitualmente los nukaks eran cazadores-recolectores y vivían en pequeños grupos de entre nueve y treinta personas en el interior de la selva y lejos de los ríos. Hoy en día la mayor parte de ellos vive en asentamientos fijos de aproximadamente ochenta personas y se movilizan de acuerdo a sus relaciones de parentesco.

Son nómadas, pero el contacto y los desplazamientos les han llevado a generar diferentes estrategias para poder perpetuar el nomadismo adaptándose a la nueva situación.

La caza

Los nukaks son expertos cazadores. En este fragmento de “Nukak-Maku: los últimos nómadas de la selva”, de AVC Rainbow/Audiovisuales, un grupo de hombres parte a la caza de monos, usando sus cerbatanas de tres metros de longitud y dardos venenosos.

Las casas del pueblo indígena nukak solían ser estructuras muy ligeras hechas con madera y hojas de palmera: es todo cuanto necesitaban para tener un techo bajo el que colgar una hamaca. Pero actualmente solo construyen este tipo de vivienda cuando salen a cazar.

Cada familia tiene su propio fuego que se usa, no solo para cocinar y proporcionar calor, sino también para quemar ciertas plantas que ahuyentan a los mosquitos.

Comen diversos tipos de micos, pescados, especies de monte, tortugas, frutas de las palmas, frutos secos, insectos, larvas y miel.

Todavía hoy los hombres cazan con cerbatanas en las que insertan dardos impregnados con curare, un veneno hecho de hasta cinco plantas diferentes. Algunas veces usan lanzas para la cacería de cerdos salvajes, llamados cafuches en la región.

Contacto

Los nukaks evitaron casi todo contacto regular con foráneos hasta 1988, cuando un grupo de unos cuarenta de ellos apareció de manera inesperada en el municipio de Calamar, en el departamento del Guaviare.

Hombres nukaks, Colombia.
Hombres nukaks, Colombia. © Gustavo Pollitis/Survival

Aunque estaban en lo que consideraban su territorio ancestral, su repentina llegada a Calamar fue toda una sensación en la prensa colombiana e internacional.

Sin embargo, las consecuencias de este contacto regular fueron atroces. En los años siguientes, en parte como resultado de la invasión de su tierra por madereros, cocaleros y paramilitares, más y más nukaks entraron en contacto con foráneos y muchos fueron devastados por enfermedades como el sarampión y la gripe, frente a las que no tenían inmunidad.

Aproximadamente el 50% del pueblo indígena nukak murió durante los años que siguieron al contacto. Todavía siguen siendo vulnerables a las enfermedades respiratorias agudas, que son para ellos la principal causa de defunciones.

Únicamente a partir de ese momento se tuvo conocimiento de que misioneros evangelistas de la controvertida “Misión Nuevas Tribus” habían contactado con los nukaks en los años 70. Actualmente los misioneros siguen estableciendo contacto con ellos.

Punto de extinción

La supervivencia de los nómadas [nukaks] depende de que se les asegure el uso de tanta tierra como sea apropiada para su modo de vida".
ONIC, Colombia

En 1993, gracias a la campaña internacional por los nukaks llevada a cabo por Survival, ONIC y otras organizaciones, el Gobierno colombiano reconoció finalmente el derecho de este pueblo indígena a su territorio ancestral. El resguardo “Nükák Makú” fue ampliado en el año 1997 hasta alcanzar casi el millón de hectáreas de selva.

A pesar de este reconocimiento legal y del fin del conflicto armado, los nukaks siguen sin poder regresar a sus tierras.

Cocaína

Niño nukak, Colombia.
Niño nukak, Colombia. © David Hill/Survival

La violenta lucha por la cocaína y el conflicto armado entre guerrillas, paramilitares y el ejército colombiano, han obligado a los nukaks a huir de sus hogares y buscar refugio en las afueras de una ciudad llamada San José del Guaviare o en campamentos improvisados cerca del río Guaviare y en las cercanías al resguardo “Nükák Makú”.

En el año 2006 el Gobierno intentó trasladar a los nukaks desplazados de vuelta a la selva, pero el lugar escogido, a tan sólo catorce kilómetros de San José, era demasiado pequeño.

Tras una epidemia de gripe y el trágico suicidio de uno de sus portavoces, Mao-be, los nukaks abandonaron ese lugar y regresaron a San José.

El acuerdo de paz

El acuerdo de paz firmado en 2016 entre el Gobierno de Colombia y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) incorporó un capítulo étnico en el que se hace mención especial a los nukaks, y donde se establece el retorno, el desminado y la restitución de su resguardo.

Sin embargo, el regreso de los nukaks a su tierra no se ha cumplido aún. En parte, por la existencia de grupos armados disidentes que no han reconocido el acuerdo de paz y por la presencia de minas en sus territorios, el Gobierno no puede asegurar el retorno en condiciones de seguridad.

Gran parte de los otrora indígenas nómadas cazadores-recolectores han sido en su mayoría reducidos a refugiados sedentarizados. Viven en campamentos improvisados con techos de zinc, no pueden cazar y pescar como antes; para poder comer dependen de la ayuda del Gobierno o de trabajar explotados como recolectores de coca. Son víctimas de enfermedades como la tuberculosis y la malnutrición. Alienados y sin esperanza, muchos consumen drogas y alcohol. Proliferan la violencia doméstica y el abuso sexual. No son pocos quienes recurren al suicidio.

A pesar de haber sido reconocidos como pueblo indígena en riesgo de extinción física y cultural por parte de la legislación colombiana, no se han implementado medidas eficaces que restituyan los derechos fundamentales de los nukaks, y siguen sobreviviendo en condiciones de marginalidad, miseria y discriminación con respecto a la sociedad no indígena del país.

“Nosotros queremos retornar a nuestros territorios. Ahí donde es nuestro territorio, ahí lo tenemos todo. Ahí tenemos nuestros alimentos, nuestra subsistencia. Donde tenemos todos los conocimientos, las enseñanza para los jóvenes. Todo lo que nosotros tenemos, es nuestra naturaleza, es nuestra madre”. Manuel García.

RIESGO INMINENTE DE EXTINCIÓN”

Los nukaks son uno de los, al menos, 65 pueblos indígenas de Colombia en “riesgo inminente de extinción”, según la Organización Nacional de Indígenas de Colombia.

Estos pueblos indígenas, que incluyen, entre otros, a los wipiwis, amorúas y wachinas, han sido víctimas del conflicto armado colombiano y de la negligencia del Gobierno. Hoy se enfrentan a la invasión de su tierra por quienes ambicionan sus recursos naturales.

Además los pueblos indígenas de Colombia deben hacer frente a la ola de asesinatos de la que son víctimas por defender sus tierras, sus derechos y proteger su medioambiente. Según un informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Pueblos Indígenas de Colombia, 51 indígenas han sido asesinados entre 2016 y 2017.

La campaña por los derechos de los nukaks ya ha dado muy buenos resultados. Tras una campaña encabezada por Survival y organizaciones indígenas locales, el Gobierno colombiano creó una reserva para los nukak en 1993, que amplió en 1997. 

Sin embargo, los nukak aún no han podido regresar a su hogar… Su territorio se encuentra invadido por cultivos de coca y haciendas ganaderas responsables de una tremenda deforestación, grupos armados y otros invasores. Por si fuera poco, parte de su territorio está sembrado de minas.

 

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